En el viejo cementerio del pueblo, ya no se enterraba a los muertos, pues había dejado de funcionar hacía mucho tiempo; su pasto crecido alimentaba ahora a algunas cabras salvajes que trepaban el muro ruinoso y vagaban por el triste desierto de las tumbas. El lugar estaba rodeado por sauces sombríos; el portón viejo sujeto con un candado oxidado crujía cuando el viento agitaba sus bisagras, como si alguna alma perdida, condenada a vagar por siempre en ese lugar, sacudiera los barrotes y se lamentara de su terrible prisión.
En este camposanto se encontraba una tumba distinta a las demás. La lápida no tenía nombre, en su lugar se podía observar una rara escultura de un sol saliendo del mar. El sepulcro era muy pequeño, lo que hacía suponer por su tamaño que correspondía a un niño de pocos años.
Cercano al cementerio, en una pequeña casa, vivía junto a sus padres un chico soñador, de ojos negros, que nunca jugaba con otros niños, él amaba recorrer los campos, recostarse a orillas del rio mirando caer las hojas. No era de asombrarse que su vida fuera solitaria, ya que sus padres eran personas crueles y salvajes que bebían y discutían día y noche; los ruidos de sus peleas llegaban en las cálidas noches de verano hasta los vecinos que vivían en la aldea.
El muchacho se aterrorizaba con esas horribles peleas diarias y su alma se encogía cada vez que escuchaba las maldiciones y golpes que resonaban en su mísera casa, por lo que solía escaparse a los campos donde todo lucía calmo, tan puro, y hablar con los cipreses en voz baja como si fueran sus amigos. De esta manera fue como un día se encontró con el cementerio y empezó a caminar entre las lápidas cubiertas con la espesa maleza, deletreando los nombres de las personas que yacían en ese lugar hace mucho tiempo.
Por alguna razón, la pequeña tumba anónima atrajo su atención más que las otras. La escultura del sol naciendo del mar era para él una fuente de misterio y asombro, y así, fuera de día o de noche, cuando la furia de sus padres lo espantaban de su casa, solía dirigirse allí, echarse en la maleza y pensar en quién podría estar enterrado en ese lugar. Con el tiempo su amor por la pequeña tumba creció tanto, que la adornó según su gusto infantil. Arrancó la maleza, recortó el paso, hasta que empezó a crecer suave como si fuera una alfombra del cielo. Trabajaba todos lo días con alegría en la limpieza de esa pequeña tumba que tanto le llamaba la atención. Solo se alimentaba de latas de conservas caducadas que encontraba en su inhóspita casa para luego seguir limpiando el lugar, hasta que un día luego de terminar de plantar las flores blancas y rojas, la pequeña tumba se vio com si fuera de una bella hada.
Durante los largos días de verano, gustaba echarse allí, mientras a lo lejos escuchaba los gritos de los niños de la aldea jugando; a veces alguno se le acercaba y le ofrecía sumarse a jugar; pero él lo miraba con sus calmos ojos negros y le respondía de manera tranquila que no; el muchacho se devolvía en silencio y susurraba a sus compañeros sobre el niño que amaba una tumba. Era verdad, él amaba aquel cementerio más que cualquier juego. La templanza del lugar, sumado al aroma de las flores y los rayos del sol entrando por los enormes sauces eran lo mejor para él. Pasaba largas horas recostado boca arriba contemplando las nubes pasar y preguntándose si serían las almas de buenas personas yendo a casa en el cielo.
Pero cuando las nubes negras de la tormenta se acercaban llenas de lágrimas y reventaban con ruido y fuego, pensaba en sus malos padres en casa y giraba sobre la tumba, presionando su mejilla contra ésta buscando protección.
Así el verano se convirtió en otoño. Los árboles estaban tristes y temblaban al acercarse el tiempo en que las lluvias golpearían sus enromes ramas. Las flores y rosas se marchitaron, pero en sus últimos momentos parecieron mirar sonrientes al niño como diciendo: "No llores, volveremos el próximo año".
Sin embargo, la tristeza de la temporada invadió al chico mientras se aproximaba el invierno y a menudo mojaba la tumba con sus lágrimas y besaba la piedra gris como si estuviera besando a un amigo a punto de partir.
Casi al final del otoño, una tarde, el niño escuchó chirriar el viejo portón, y mirando por sobre la lápida, vio acercarse una extraña procesión. Cinco hombre caminaban a paso lento, dos llevaban lo que parecía ser una larga caja cubierta por un paño negro, otros dos llevaban picas en sus manos y un último hombre de gran altura, marcaba el paso envuelto en una capa negra. Cuando el niño los vio caminar de un lado a otro por el cementerio, tropezando con las lápidas medio abiertas o parándose a examinar las escrituras semiborradas, su corazón casi dejó de latir y se encogió detrás de la piedra gris con la rara escultura lleno de terror.
Los hombres seguían caminando, con el alto hombre hombre a la cabeza, buscando exhaustivamente entre el pasto y de vez en cuando parando a consultar entre ellos. Finalmente, el líder giró y caminó hacia la pequeña tumba y, agachándose, observó la lápida. La luna empezaba a iluminar el lugar, bañando de luz la escultura del sol saliendo del mar. Entonces el hombre alto le hizo señas al resto.
–La encontré –dijo–; aquí está.
Al escuchar el llamado los demás se acercaron y observaron la tumba. El niño detrás de la piedra no podía respirar. Los dos hombres que llevaban la caja la pusieron en el pasto y quitaron el paño negro, pudiendo así el muchacho observar un pequeño ataúd de ébano brillante con adornos plateados y en la cubierta, labrada también de plata, la escultura de un sol saliendo del mar.
–Ahora, ¡a trabajar! –dijo el líder y al momento los que llevaban las picas, clavaron la pequeña tumba.
El niño pensó que se le rompería el corazón y sin poder contenerse salió de su escondite y exclamó sollozando:
–¡Por favor señor! ¡No toquen mi pequeña tumba! ¡Es lo único que tengo para amar! Todos los días la cuido, me recuesto aquí y la abrazo, como si fuera un hermano. Les prometo que si me la dejan el año que viene estará hermosa, con flores y rosas que harán de ella un lugar hermoso.
–¡Cállate muchacho, no seas tonto! –respondió el hombre–. Es una tarea sagrada la que debo realizar, el que yace aquí era un niño como tú, pero de sangre real, y sus ancestros descansan en palacios. No corresponde que huesos como los suyos reposen en un terreno común y corriente. He venido a llevarlos conmigo para depositarlos en el lugar que les corresponde; un lujoso mausoleo con bóvedas de mármol. Saquen al niño y sigan trabajando.
Los hombres forcejearon y arrastraron al niño, lo dejaron cerca sobre el pasto, sollozando como si se le rompiera el corazón, y continuaron con el trabajo que les había enmendando su líder. A través de sus lágrimas vio como juntaban los pequeños y blancos huesos y los ponían en el nuevo ataúd de ébano; escuchó la tapa cerrarse y vio las palas volviendo a poner la tierra en la tumba vacía; se sintió robado. Los hombres levantaron el ataúd y se fueron por donde habían venido. El portón chirrió una vez más quedando el niño solo.
Regresó a su casa con suma tristeza, vacío en lágrimas. Cuando se acostó en su cama llamó a su padre y le dijo que iba a morir. Le pidió que lo enterrara en la pequeña tumba que tenía una estatua de un sol naciendo del mar. El padre rio y le dijo que se durmiera; pero cuando llegó la mañana el muchacho estaba muerto.
Lo enterraron donde él había deseado y cuando el cortejo fúnebre se retiró, una nube blanca pasó por encima de la tumba iluminándola, era su alma buena yendo a casa en el cielo.
Fin.
Este relato que acabas de leer está enmarcado en el Reto de Escritura Creativa #OrigiReto2019, tiene 1360 palabras y cumple con los siguientes puntos del reto.
Pueden consultar las bases o apuntarse a participar en los siguientes enlaces:
Agradecerles por el tiempo que dedicaron en leer el relato. Cuéntenme en los comentarios que les pareció. Sus impresiones son muy valiosas
Muchos saludos y nos seguimos leyendo!!!
Objetivo #10: Utiliza un cementerio como escenario para un relato
Objetos: #9 Una lata de conservas, #31 Un candado
Pueden consultar las bases o apuntarse a participar en los siguientes enlaces:
Blog de Stiby (Sólo un capítulo más)
Blog de KATTY (La pluma azul de KATTY)
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